Viajeros de Mente, espacio y tiempo.
- Carlos Zamarripa
- 25 jul 2020
- 3 Min. de lectura
Han pasado siete meses desde la ultima vez que dejé México, en el invierno de 2019 me encaminé a las heladas tierras del norte de los Estados Unidos, allí donde se hace frontera con Canadá, en medio de los ciervos blancos que caminan dueños de todo y reclaman su tierra, sus fiordos aún dormidos y su eterno reino de nieve. Durante muchos meses había pensado que ese viaje era la consagración de un año extraordinario que habría de llegar, y que llegó, pero con la sombra de un viajero que desprecia al huésped que le acoge...

Consagré el 2020 a los dioses viajeros, esos cuyos nombres sólo pueden pronunciarse en sueños, porque son de la misma naturaleza y pertenecen al mismo plano eterno...
Escribo todo esto bien entrado Julio, queda claro para mi catarsis y para el lector que 2020 ha sido todo menos un año de magia y alegatos de alegría perpetua.
La pandemia llegó a México como llegan los remolinos en los suelos resecos de Enero: todos saben que sucederá, pero nadie hace nada para huir de su inevitable destino. El gobierno del país del sol, vio con ojos de sombro la tempestad que venía, y palideció de miedo. Igual que los hombres frente a sus demonios, saben que el amor los quebrará en mil pedazos, pero ponen el pecho para recibir el fatal destino. Mas sádico aún, los habitantes de esta patria se olvidaron de la verdad que veían con los ojos llenos de arena, y fingieron que eran inefables.
Me contagié del virus de COVID-19 a principios de junio, no supe bien como ni cuando, tampoco fue un tiempo de reflexión y meditación, tampoco de descansos y sueños de renacimiento que los positivos naturalistas consideraban como la mejor oportunidad, nada. Sólo inmensas frustraciones, y conversaciones largas con los dioses viajeros que para entonces ya me habían abandonado.
Pero, bien decía la gran Elizabeth Gilbert, "las ruinas son el camino a la transformación", los días de cuarentena, y las semanas que han venido después me han enseñado a valorar mi propia voz, el silencio de la soledad me dio una más grande que la que se comparte con los círculos que la rodeaban, me dio la voz de la información, que para algunos de convirtió en conciencia. ¡Benditas sean las redes que nos conectan y en las que tanto escribo!
Mi noche de "aprendizajes" se volvió un nuevo terreno para contar a otros que el bienestar social en ocaciones excepcionales, se antepone al personal y espero que cuando alguien lea estas lineas sepa entender el contexto, o que no sea muy tarde para vivirlo.
¡Sueño con el incansable capitalismo y su regreso! Con los parques de Madrid repletos de Latinos: los amos y señores de los viajes somos los Americanos, los conquistados, los candorosos, y que ahora hemos hecho nuestro el mundo de los cinco continentes! Sueño con las noches de NY repletas hasta colmarse de turistas deseosos de comprar por una noche el universo y que hacen vibrar la capital del mundo. Sueño con las tardes de cervantino, donde los universitarios toman las calles y hacen del interminable Guanajuato, el festival del mundo en una noche.
Entonces, con estos y otros muchos sueños he descubierto algo, en realidad los rastros moribundos de resiliencia son los nuevos pilares tenues de la humanidad, Soñar en el tiempo y en el espacio es un regalo que a nadie pertenece y que todos hacemos como placer, o convertimos en rutina. Pero soñamos, y eso lo vale todo.
Descubrir una parte de mi, una que nace en medio de la tempestad, ha sido apenas un regalo de esta interminable espera... dejar ir otra que se inquieta es parte de cambiar. La espera que está frente a nosotros, que que nos guste o no, ha de llegar su final, no es la última página de esta historia. ¡Y cuando espero que sea leída pronto!
Nacemos con el alba y morimos al atardecer.
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