Volver a viajar.
- Carlos Zamarripa
- 25 may 2020
- 3 Min. de lectura
“Una vez hayas probado el vuelo siempre caminarás por la Tierra con la vista mirando al cielo, porque ya has estado allí y allí deseas volver” Leonardo da Vinci.
¿Alguna vez te has preguntado cual es el verdadero valor de un viaje? Quizá pienses que este se mide en exhorbitantes cantidades de dinero, en monedas extranjeras o en el número de destinos que puedas recorrer... cualquiera de estas respuestas es completamente incorrecta.
Viajar es un arte sin musa que acompaña a los espíritus libres desde la noche de los tiempos. Los humanos aparecimos en la tierra viajando, recorrimos primero las planicies buscando comida y al paso de unos pocos siglos, lo hicimos por aburrimiento, y después, ¡Por placer!
Tengo presente la última aventura que me recorrió las venas, pase unos días en el norte de Minnesota y volví a Texas para concluir una ruta que había iniciado seis años atrás.
Pero, ¿Quién iba a decir que sería el último presagio al mundo, ante una barrera invisible que nadie sabía que nos sería colocada? Imposible, pero aun tengo copos de nieve llenándome los bolsillos de recuerdos...
Los años 2018 y 2019 fueron una peregrinación interminable, desde las costas de Vancouver hasta la lejana Jerusalén, en la frontera con la nueva Palestina. Y me sentí satisfecho. Este año 2020 habría de cumplirse el viejo refrán árabe: "Todo lo que pasa una vez en la vida, puede que nunca vuelva a pasar, pero todo lo que pasa dos veces de la misma manera, muy seguramente sucederá una tercera" y así fue, hasta que los caminos de la mano que lo escribió todo, redireccionaron el mundo. Me dirigía a rezar a los ashram de la India, y después a contemplar la grandeza de las torres Petronas den Kuala Lumpur, para terminar mi travesía en Sidney, la última metrópoli del mundo. Así terminaría mi ruta de vida, los cinco continentes. Pero, aun no sé si el destino o la vida misma se aferraron a otro proceso, después de la frustración por lo no hecho, me vino la respuesta: "Terminar la peregrinación de vida, me dejaría sin destino para los años venideros".
Mi amigo Máximo, un Argentino que conoció y acólito al mismísimo Jorge Mario Bergoglio me llamó desde Hong Kong en medio de mi confusión frente a mi viaje fallido, y me dijo: "Che, mi viejo decía que cuando se viaja, siempre hay que dejar algo pendiente". Y tengo una deuda con el sur de Asia, con Máximo y con el último continente.

Lago Bled, Eslovenia.
Viajar, es más que el dinero ahorrado y los billetes verdes invertidos, VIAJAR ES EL CAMINO, la senda de la vida, el destino que cambia entre playas azules y montañas de colores rojizos, viajar es la vereda que conduce a todo, cuando uno se ha montado en la carrera de estar vivo.
No puede pagarse la sensación del primer despegue del viaje, ni con todo el oro de la reserva nacional, aunque se haya cruzado el cielo mil veces. El viaje todo cambia, nos cambia, y nosotros lo cambiamos a el.
Un árabe me dijo hace diez años mientras recorría el desierto del Sahara que todo es una misma cosa, y aquello me lo compartió otra vez Fiamma, una porteña que ahora vive en Suecia y con quien compartí habitación una noche en San Francisco. Hoy sé que estar en tierra, estático y en cambio, es parte del mismo viaje.
Un amigo turco con quien bebí una cerveza en Holanda, me dijo que todos vamos siempre sin ruta, pero vamos adelante, y en Colombia e Irlanda aprendí el sentido de esas palabras, es el corazón y el deseo que te empuja, lo que hace el verdadero "donde" y no el "cómo llegar".
Ansío, y ansío mucho que pronto los aviones vuelvan a atravesar los océanos, porque ese día ya habré vuelto con el corazón cargado de experiencias, al final, nunca vuelve quién se fue, aunque regrese. Y siempre toca volver.
Salam Alaikum.
Comments